Sucedió, tal vez, una semilla.
Que nunca supo cuándo llegaba la primavera.
Se abría con la luna, se cerraba con el sol,
se escapaba de la lluvia,
y se regaba en alcohol.
Pasó, quizás, por viajes sin faros,
donde la luna llena guiaba,
Pero nunca arraigaba.
Barcos que pasaban,
donde ya nunca se quedaban.
Se cruzaron, tambien, maestros que te enseñan,
con cabellos de luz vieja,
que tocar el sol también se sueña.
Rosas negras en los dedos,
espinas que sangran cuando extrañas.
Guarde, incluso, cartas sin sellos,
esperando que el viento las enviara,
que guiarán sus destellos,
Con caricia de su mano susurrara.
Cuando la luna guía,
Pero no te espera.
Contemple estaciones de historia,
en idiomas inventados.
De aquel momento que siempre llegaría,
cuando el otro ya ha marchado.
Aprendí a seguir sus pasos,
como el canto entre los pozos.
De la casa de senderos olvidados.
Esperando en sus brazos,
esperando en pedazos.
Se acabaron los abrazos,
No quedaron ya ni anhelos,
ni susurros, ni esbozos.
No quedan manos para insistir,
son tiempos de relojes que no dan las horas.
Que sin norte, brújula serás,
Queda mi piel abierta para seguir.
sin mapa, resistir.
y al destino, oír decir...
Ser raíz no garantiza primavera,
Pues no toda flor merece el invierno que la entierra.